Prepararnos (otra vez) para una Argentina más barata
Dos columnas atrás me referí a la situación argentina y en la última, al presupuesto y su escenario macroeconómico. Hoy me propongo combinar ambos temas y proyectar lo que puede suceder en nuestro país, en el contexto de ese escenario, si en Argentina se concretan algunos de los riesgos que hoy están sobre la mesa, aun considerando el “salvataje” de Trump. Como se sabe, estas ayudas compran tiempo para encaminar rumbos y corregir errores, pero per se no resuelven problemas.
En Argentina las cosas cambian rápido: basta con expresar que en aquella columna referí un riesgo país de más de 800 puntos y me aseguré de señalar la fecha en que la mandaba al diario. Desde entonces, trepó hasta casi 1.500 puntos, tras el salvataje cayó a 900 pero después volvió a trepar y el lunes 29 cerró arriba de 1.100 puntos.
Argentina tiene un déficit fiscal significativo si se cuentan todos los intereses y no tiene el superávit que cuenta el relato oficial. O sea, la política fiscal no saca pesos, sino que los emite. Tiene la inflación “planchada” en casi 2% mensual. En lo que va del año, la economía no ha crecido, sino que cayó. Gastaron reservas que no tenían en defender el tipo de cambio en el techo de la banda y como esos dólares ya no podrían pagar vencimientos de deuda, estalló el riesgo país. Mientras tanto, las tasas volaron para seguir sobornando a los “inversores” del carry trade, al costo de agravar la recesión. Todo eso en un ambiente político deteriorado por la mala gestión política del gobierno y con el populismo de izquierda agazapado ante el posible tropiezo del populismo de derecha. Mala gestión política con impacto en la economía al proclamar a los cuatro vientos que “somos nosotros o es el caos” y al poner en la misma bolsa de “impresentables” a enemigos y a colaboradores.
En Uruguay, mientras tanto, se produjo un presupuesto propio de esta penillanura, rendido ante las restricciones de la economía política, como siempre sin tocar (ni evaluar) el gasto público y prendido con alfileres en sus proyecciones optimistas que parecen diseñadas para evitar el ajuste que se debió hacer y no se hizo.
¿Por dónde pueden venir los tiros desde Argentina? Insisto, más allá de lo que se pueda aprovechar la ayuda de Trump cuando el programa había fenecido. Porque así son las cosas: una vez más, un gobierno argentino y el FMI fracasan rotundamente y sin el salvataje referido todo volaba por los aires. Por mala gestión política (esto es sólo del gobierno) y por mala praxis económica y financiera (esto es compartido con el Fondo). Además de esa asistencia, en las mismas horas el gobierno argentino dispuso una medida “Massista”: suspendió temporalmente las retenciones sobre las exportaciones del agro hasta juntar US$ 7.000 millones. Es decir, una devaluación fiscal breve para hacerse de reservas. Pan para hoy, hambre para mañana.
En ese contexto el dólar se alejó del techo de la banda, el Tesoro aprovechó a comprar dólares y el riesgo país tendió hacia los niveles previos a la crisis.
Entonces, si el gobierno argentino no asume que fracasó, no mejora su gestión de la política y su equipo económico no corrige el rumbo (“Es tu última oportunidad, campeón”, habría que decirle al lenguaraz ministro Caputo), más tarde o más temprano se volverá a estar en la situación de la semana del 15 de septiembre.
Eso implica que Argentina se volvería a abaratar en dólares, lo que podría ocurrir, por ejemplo, si (después de la elección del 26 de octubre) se abandonara la banda de flotación y se buscara acumular reservas de manera genuina. O si el resultado de esa elección no permitiera al gobierno contar con mayorías (mediante alianzas) para profundizar su programa de reformas o si fuera interpretado por el mercado como la sinopsis del retorno del populismo del otro signo en 2027. Una Argentina (una vez más) más barata y con escaso crecimiento económico sería el escenario a considerar en nuestro país.
De los numerosos canales de contagio, el de turismo y compras sería el más intenso. El turismo receptivo desde Argentina, que todavía está muy lejos de los máximos de 2017 (la pasada temporada registró un gasto de turistas argentinos 38% inferior, a precios constantes, a la de entonces) se volvería a resentir y esto “pegaría” en nuestro sector de comercio, restaurantes y hoteles, intensivo en trabajo y en impuestos.
Eso, porque el tipo de cambio real (TCR) bilateral profundizaría su reciente caída. Obsérvese que el índice del TCR (considerando el dólar libre, antes blue) pasó de 41 en noviembre de 2023 a 100 en mayo y a 85 en septiembre (con base 100 en el promedio del siglo).
Menos consumo en Uruguay por desvío hacia Argentina, menos recaudación de IVA y otros tributos. Veamos lo sucedido antes y después de que asumiera Milei. Mientras que en el período de seis trimestres desde el último de 2022 hasta el primero de 2024, la recaudación del IVA cayó 1,0% real interanual, en el lapso de cinco trimestres desde el segundo de 2024 hasta el segundo de 2025, creció 5,6% real interanual. Muchos uruguayos y argentinos volvieron a gastar, a pagar impuestos y a remunerar trabajo en Uruguay.
Otra consecuencia del posible escenario venidero consiste en la “importación” de deflación en términos de dólares. Al ir a comprar del otro lado de los ríos, se enfría el consumo de este lado y los precios acá tienden a “respetar” los de allá. Esto podría coadyubar a una mayor desaceleración de los precios en nuestro país, lo que debería acelerar la caída de la tasa de política monetaria.
En definitiva, si el gobierno argentino aprovecha el salvataje de Trump para rectificar su gestión política y ajustar su política económica, irá a un dólar más alto después de octubre. Y si no lo aprovecha, más tarde o más temprano pasarán por episodios como los vividos a mediados de septiembre. En ambos escenarios, en mayor o menor medida, Uruguay recibirá una vez más el impacto desde su vecino en materia de actividad económica, ingresos fiscales, empleo y precios.
Escenarios de esa naturaleza, aun siendo menos virulentos que el vivido hasta 2023, afectarían al programa que está diseñado en el Presupuesto, por lo que el MEF debería prepararse para tal eventualidad.