Apuntes: Uruguay, país caro
Nadie discute que Uruguay está caro. Para las familias y para las empresas.
Para explicarlo hay numerosas razones que se leen y escuchan.
Uno, el costo del Sector Público, con más de 300 mil funcionarios y casi 20 mil vehículos, por mostrar apenas dos indicadores fáciles de entender. El primero no baja desde hace años y el segundo ha seguido subiendo. Lo que se traduce en impuestos y en burocracia, trámites excesivos, etcétera.
Dos, el “atraso cambiario”, el dólar barato. Lo que comprobamos cuando viajamos o cuando algún familiar residente en el exterior nos visita. Cualquier índice de tipo de cambio real que se tome, lo deja en evidencia.
Tres, la pequeña escala. Lo que da lugar a que haya menos competencia en algunos sectores y a que los costos se deban repartir entre menos personas o empresas, al no haber economías propias de la mayor escala.
Cuatro, las “vacas atadas”, privilegios como otrora lo era el llamado “proteccionismo industrial”, que existe en actividades que están reguladas por el Sector Público y cuyas regulaciones merecerían actualización y modernización, defendiendo la competencia y el consumidor.
Son causas todas ciertas y todas deben ser enfrentadas. No es viable que se vaya por un camino y se evadan otros.
Por ejemplo, no sería bueno compensar la falta de competencia o el excesivo peso del Estado, con devaluación.
Tampoco resulta viable pretender compensar el “atraso cambiario” empezando a transitar los otros caminos “micro” y evitando el “macro”. Las mejorías de productividad a que darían lugar tardarían muchísimo en concretarse y el problema de falta de competencia es ahora.